¿Y por qué sucede esto? Sencillo, no hemos tenido necesidad de ellos, los mitos se crean para tratar de explicar porque suceden fenomenos como el invierno, la creación del mundo o los relámpagos. Al surgir la wicca en el siglo XX donde había explicación para todo esto nadie creó historias con Dioses de por medio para dar origen a estos fenomenos, ya podía hacerlo la ciencia.
Hace
mucho, mucho tiempo, el mundo dormía en un vacío oscuro. De esta nada,
el Espíritu dibujó y creó con un amor infinito a nuestra Señora. La
Señora bailó entre los cielos y sus pies se movían al ritmo de toda la
creación. Destellos de luz se exhalaban de su cabellera y proporcionaron
luz a las estrellas y a los planetas. Mientras se contorneaba, estos
cuerpos celestes empezaron a danzar junto a ella la sinfonía divina del
universo. Al acelerar el ritmo del baile, formó los mares y las montañas
de la Tierra. Recitó versos de amor y de gloria y, a medida que estos
sonidos caían sobre la tierra, los árboles y las flores empezaron a
crecer. De luz blanca y pura de su aliento nacieron los colores del
universo, lo que tintó todo lo que nos rodea de una belleza turbadora.
De la cosquilleante sonrisa que ascendía por su garganta, brotaron los
sonidos del agua cristalina de los riachuelos, las amables vibraciones
ondulantes del lago y los susurros de los océanos. Sus lágrimas de dicha
se convirtieron en as lluvias que nos dan vida.
Y
cuando su danza se tornó más lenta y la Señora buscó compañía para
compartir todas las maravillas del universo, el Espíritu creó al Señor
para que fuera el compañero de su vida y le hiciera compañía. Como ella,
quería tanto a la Tierra, el Espíritu creó a su compañero mitad
espíritu, mitad animal para que juntos, el Señor y la Señora pudieran
poblar nuestro planeta. El poder del Señor pasó por ella y esparció sus
bendiciones. Juntos, el Señor y la Señora dieron a luz a los pájaros, a
los animales, a los peces y a las personas de nuestro mundo. Para
proteger y guiar a los seres humanos, el Señor y la Señora crearon a los espíritus poderosos, cuyas energías siempre caminan
entre nosotros, aunque normalmente no las veamos. La Señora dio a cada
pájaro una canción mágica y el Señor a cada animal el don del instinto
de supervivencia. El Señor es el maestro de los reinos animal y vegetal
y, por eso, lleva astas de venado coronado en su cabeza. Este aspecto
mitad hombre y mitad animal muestra su dicha por la creación de los
animales y los hombres por parte del Espíritu y, a través de ellos, nos
revela su imagen.
Cuando
los hombres empezaron a crecer y a evolucionar, el Señor y la Señora
vieron la necesidad de que hubiera curanderos humanos. Así que tomaron
energía del reino de los espiritus, del reino de los poderes animales y
del reino de los hombres para crear a los brujos y brujas. Los brujos y
brujas trajeron con ellos la sabiduría del Señor y la Señora, la
capacidad para curar y el arte de la magia. La Señora enseñó a las
brujas y brujos como trazar un círculo mágico y cómo hablar con el
Espíritu del Señor, cómo comunicarse con los espíritus del aire, del
fuego, de la tierra y del agua y cómo comulgar con los reinos animal y
vegetal.
Al
principio, los hombres aceptaron a las brujas y brujos y nos trataron
con justicia; pero como las brujas y brujos eran diferentes, otros seres
humanos empezaron a tener miedo de los portadores de la sabiduría del
Señor y la Señora. Entonces las brujas y brujos se convirtieron en
personas ocultas y dirigieron sus ritos de energía positiva en secreto a
pesar del riesgo de ser capturadas y morir en manos de los seres
humanos temerosos.
Cuando
el mundo se volvió oscuro por las creaciones humanas nacidas de la
ignorancia y del odio, la Señora se encarnó en la Luna para representar
la luz de su paz, mientras el Señor tomó la forma vibrante del Sol para
simbolizar la fortaleza del amor perfecto. Una vez al mes, cuando hay
luna llena, los brujos y brujas celebramos y recordamos las bendiciones
que nuestra madre nos ha otorgado. Invocamos su energía para que nos
ayude a cuidarnos a nosotras mismas y a nuestras familias, a nuestro
planeta y a nuestros amigos. Cuatro veces al año, a medida que el sol
sigue los ciclos de las estaciones, los brujos y brujas celebramos los
festivales del fuego, en el que veneramos al Señor y a su amor por
nosotros. En los cuartos de las estaciones, las brujas y brujos
veneramos el ciclo de la vida y todo lo que yace sobre la Tierra.
La
Señora tiene muchos nombres -Isis, Astarté, Brida, Diana o Aradia,
entre otros -y permanece a nuestro lado, entre todas las mujeres de la
Tierra, sean de la raza que sean. El Señor adquiere muchos rostros,
desde las facciones del fuerte Cernunnos a las del delicioso Pan. Él nos
vigila y nos guía, y su presencia yace en todos los hombres. Cuando
suena el trueno en los cielos y los rayos caen sobre la tierra, el Señor
y la Señora danzan al son de la creación para que les recordemos y
sepamos que nunca estamos solos. Cuando sale el Sol cada mañana,
celebramos la dicha de su amor por nosotros, y cuando sale la Luna
recorre sus fases, podemos comprender el ciclo del nacimiento,
crecimiento, muerte y la resurrección, o sea, la naturaleza de nuestra
especie.
Cuando
nos llega el momento, las brujas entramos en la Tierra Estival. Del
Espíritu que fluye por el Señor y la Señora, continuamos aprendiendo el
carácter místico del universo para que podamos volver, vida tras vida, a
servir a nuestros hermanos y hermanos. En cada vida, el Espíritu nos
guía a través de las experiencias y nos dispone para el camino que
debemos recorrer para llevar a cabo misiones personales. Muchas veces,
nacemos entre aquellos de nuestra propia especie, y en otras ocasiones
debemos buscar a nuestra familia espiritual. Muchos de nosotros
olvidamos nuestro camino hasta que somos adultos, pero otros, desde que
sus pensamientos empiezan a cobrar vida, ya saben instintivamente cuál
es su herencia.
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